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lunes, 28 de mayo de 2012

Una historia de amor, sexo y violencia


Una historia de amor, sexo y violencia

Caminaban juntos en la oscuridad. Él sentía sus leves pasos a su lado. La había conocido la noche anterior y en cuanto la vio se sintió cautivado. Era guapa y su cuerpo tenía un color tostado precioso, pero lo que le hizo enloquecer fue su olor. Desprendía una fragancia a la que sencillamente no se podía resistir. Inmediatamente tomó la decisión de no separarse de ella nunca jamás, quería sentir ese aroma el resto de su vida.

Al amanecer la llevó a su casa y pasaron el día acostados, haciendo el amor de forma compulsiva. Hasta diez veces se apareó, lo que hizo que su orgullo de macho se elevara hasta lo más alto. Al fin, el sueño y el cansancio pudieron con él.

Una punzada en su estómago lo despertó, no sabía cuánto tiempo llevaba durmiendo. Ella se había levantado ya; se estaba acicalando y le dedicó una mirada tierna. Afuera era de noche otra vez.  No recordaba cuando fue la última vez que comió y dedujo que era el hambre lo que le había despertado. Decidieron salir a buscar algo de comida y dar una vuelta.

Nuevamente caminaban juntos en la oscuridad, ya habían picado algo y él se sentía reconfortado mientras paseaban. La perspectiva de tener, al fin, una pareja estable, lo hacía muy feliz. Una vez más sintió su aroma de hembra que tanto le gustaba…

En ese instante una luz cegadora lo invadió todo. El pánico les impedía moverse, todos sus sentidos estaban alertas. Era una luz extraña, blanca, resplandeciente; nada que ver con los tonos amarillos de la luz del sol. Un momento después vio con horror como una figura gigantesca se aproximaba. Era un ser enorme que hacía temblar el suelo al caminar. No había visto nada igual en su vida. El monstruo portaba un objeto cilíndrico en lo que parecía ser una de sus extremidades. Y se dirigía hacia ellos.

Rápidamente salieron a la carrera. Nunca pensó que fuera capaz de correr tan deprisa, pero el miedo hacía que no sintiera cansancio alguno. Todo fue inútil. Una nube de gas tóxico a presión los envolvió y los tiró al suelo.

Quedó tumbado boca arriba. Estaba aturdido y su mente no reaccionaba. Sintió como sus extremidades se iban paralizando poco a poco. Ladeó la cabeza y entonces la vio, ella también agonizaba. Pudo distinguir como sus antenas caían al suelo flácidamente, sin vida. Quiso oler a su hembra y sentir por última vez su perfume. Fue en vano.

Ahora todo olía a “Cucal”.

Foto y texto: Gonzalo Gallardo