No sé su nombre, pero lo conozco hace años. Merodea por mi
barrio, casi siempre por la plaza de Santa Eulalia. Una de sus muchas
patologías le impide mantenerse erguido y es un espectáculo doloroso verlo
andar. Poliadicto a todo tipo de sustancias nocivas también está enganchado a
esto que llamamos vida. El rótulo de “entrada libre” señalándolo me hizo
reflexionar sobre lo seguros que estamos de nuestra vida acomodada, sin darnos
cuenta de lo fácil, lo tremendamente fácil, que es entrar en esa otra vida.
Foto y texto: Gonzalo Gallardo