Protegido en
Betania
por los
altos auspicios de una gentil higuera.
me acorraló
en la siesta
el cetrino
moscón de tu hermosura.
No tenía yo
ánimo
de estar más
tiempo ausente de mis lares.
Pero me
diste vinos
de sabor
delirante,
asilo amplio
y sólido
en el vasto
diván de tus secretos
delicados y
oscuros.
Y lo que más
se impuso
a mi ignara
experiencia:
la sublime
lectura
de tus
huesos erguidos,
que han
ilustrado, fieles desde entonces,
mis ojos y
mis lágrimas.
Párvulo fui,
por un día, en Betania.
Foto: Gonzalo Gallardo
Texto: Vicente Núñez