Porque fue triste cuando joven
siempre pensó que alguna vez
iba a sentir la suavidad
de una mirada de unos labios
sobre su piel desheredada.
Pero los días ensuciaron
sus esperanzas sus zapatos
con el polvo del abandono
que hallaba en todos los caminos.
Hoy la anarquía de las sábanas
y el revuelo de sus cabellos
la devuelven a la alegría
de una infancia entre los olores
de un jardín que nunca olvidó
desde el que oía oscuros trenes
que escapaban hacia la noche.
Y ahora descubre que ese roce
de unos labios sobre sus labios
es la enmienda que le atribuye
algún dios o tal vez la suerte
por tantos años desabridos
sin escuchar aquellos trenes
ni ser feliz entre la sombra.
Foto: Gonzalo Gallardo
Texto: José Agustín Goytisolo