"Porque aquel ángel fieramente humano
no crea mi dolor, y así es mi fruto
llorar sin premio y suspirar en vano."
GÓNGORA
Después de besarla por primera vez la miró a los ojos y le
dijo: “No te voy a hacer daño”. Lo que no supo calcular en ese instante
arrebatador era que no sólo bastaba su voluntad para cumplir ese propósito.
El destino resultó burlón, y se empleó a fondo con ellos.
Tras el cúmulo de impedimentos, trastornos y problemas con los que fueron obsequiados por la vida
cotidiana; cuando nada peor podía pasarles, pasó que él fue destinado no ya a
otra ciudad sino casi a otro mundo.
Condenados a vivir amándose sin verse, el dolor se hizo
insufrible. Y resultó que no era nada agradable estar loco de amor. La salud se
resintió, los cuerpos enfermaron, pero quedó el dolor, intenso y puro.
Un amoroso fruto que los mantuvo unidos de por vida.
Foto y texto: Gonzalo Gallardo