EL AMOR DEL LOBO Y OTROS REMORDIMIENTOS
Para nosotros, comer y ser comidos pertenece al terrible
secreto del amor. Sólo queremos a la persona que podemos devorar. A la persona
que amamos sólo soñamos en comérnosla. Es una historia bellísima, la del propio
tormento. Porque amar es querer y poder comer y detenerse en el límite. En el
mínimo latido entre el brinco y el acecho brota el miedo. El brinco estaba ya
en los aires. El corazón se detiene. El corazón arranca de nuevo. Todo en el
amor está vuelto hacia esta absorción. Al mismo tiempo, el verdadero amor es un
no-tocar, pero casi-tocar de todos modos. Devórame, amor mío, de lo contrario
te devoraré. El miedo a comer, el miedo de lo comible, el miedo de aquél de
ambos que se siente amado, deseado, que quiere ser amado, deseado, que desea
ser deseado, que sabe que no hay mayor prueba de amor que el apetito del otro,
que se muere de ganas de ser comido y se muere de miedo ante la idea de ser
comido, que dice o no dice, pero significa: te lo suplico, devórame. Quiéreme
hasta el tuétano. Y sin embargo arréglatelas para dejarme vivir. Pero a menudo
se transpone, porque se sabe que el otro no devorará finalmente, y se dice:
muérdeme. Firma mi muerte con tus dientes.
Foto: Gonzalo Gallardo
Texto: Hélène Cixous- Argelia