LA LLAMADA DE LA SELVA
Siempre fue
la tristeza
un dócil
animal de compañía
con el que
he jugado algunas tardes.
Sin apretar
los dientes me tiraba del brazo,
paseaba
conmigo, se sentaba a mis pies
en los fríos
inviernos.
En los días
aciagos, por probar su obediencia,
le lanzaba
mi alma, y ella me la traía
dulcemente
empapada en su aliento doméstico.
Siempre fue
la tristeza
un dócil
animal de compañía,
que hace
tiempo ha adoptado
esta fea
costumbre de morder a su amo.